domingo, 25 de marzo de 2012

Reflexiones para una Comunicología Feminista


Al observar el recorrido histórico del feminismo podemos notar la evolución de las reivindicaciones de las mujeres, cómo estas se han ido transformando y enriqueciendo conforme hemos sido capaces de incorporar la problematización de la opresión de manera que se ha construido un discurso teórico que es capaz de cruzarse con las distintas disciplinas académicas y ramas del conocimiento sosteniendo como la gran constante su impronta política, el principio de la voluntad de transformación del sistema opresor desde la raíz.
La comunicación, por otra parte, es el campo desde el cual yo me he formado. Otra rama del conocimiento que comúnmente es presentada como ambigua, irrelevante y poco seria, se le asocia frecuentemente con aquello que hay que saber para gestionar o aparecer en los medios, procesos técnicos, herramientas de manejo del lenguaje o desarrollo de habilidades sociales orientadas a los reflectores, las cámaras, el mundo audiovisual.
Pocas veces se repara en la razón de ser de lo comunicológico. Es esta una disciplina ciertamente reciente. Las universidades incorporaron a sus currículas la comunicología en la segunda mitad del siglo XX, como resultado de la necesidad de estudiar las nuevas maneras de circulación de formas simbólicas que trajo consigo la modernidad. La comunicología nace ya como una tarea interdisciplinaria que extrae de las demás el acento en la característica que define a los seres humanos: lo simbólico, la capacidad humana de nombrar al mundo y darle a cada cosa significados diversos. La comunicación es el fenómeno de la circulación e interpretación de los mensajes, que tienen como materia prima a los signos, a partir de los cuales se teje la infinita red de representación de aquello que somos, o aquello que creemos que somos. La comunicación es el resultado de nuestras interpelaciones al mundo.
            Mi interés académico radica precisamente en este punto de contacto entre el feminismo y fenómeno comunicativo. En la razón de ser de los discursos que generamos y los que recibimos, en cómo se articula la representación de nuestras relaciones sociales y en cómo los mensajes y discursos llegan a ser herramientas de control, de legitimación de hegemonías, o bien de revolución de las ideas.

La Representación
El concepto de representación puede definirse como hacer presente algo, ideas o cosas con figuras, palabras o símbolos, se trata del acto de sustituir algo o a alguien mediante un acto material o inmaterial. Presentar una segunda vez algo, con medios distintos. La representación es, por lo tanto, un proceso que descansa sobre la capacidad humana de metaforizar la realidad, de elaborar alegorías.
La representación siempre es portadora de un significado asociado que le es inherente. Al ser formulada por sujetos sociales, no se trata de una simple reproducción sino de una complicada construcción en la cual tiene un peso importante, además del propio objeto, el carácter activo y creador de cada individuo, el grupo al que pertenece y las constricciones y habilitaciones que lo rodean.
Podemos decir que en cierta forma, la historia del feminismo es la historia de la representación de las mujeres. En una primera instancia, se trató sencillamente de señalar aquello que generaba un prejuicio sobre la inferioridad de las mujeres. El feminismo del siglo XIX se ocupó de reunir un andamiaje argumental sacado del propio discurso hegemónico que permitiera reformular la tradición y la costumbre, de manera que se reconociera la igualdad de las mujeres al menos en aspectos marcados por la tradición corriente como el alma, la moral o su importancia como generadoras de una ciudadanía “de bien”, apelando a la maternidad como vehículo de aportación a la sociedad, de justificación del merecimiento de la protección de las leyes.
Las leyes son el mejor ejemplo de aquello que alcanza un nivel de legitimidad tan alto que es obligatorio. La ley es un contrato en el que se expresa aquello que es prioridad para los pueblos, el balance ético que prima en las relaciones sociales, una de las representaciones más fieles de la hegemonía de las ideas.
Resulta muy interesante que los primeros intentos de las mujeres de representarse como iguales hayan tomado como base el discurso legal. Algunos ejemplos: la Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana de Olympe de Gouges, la Declaración de Sentimientos de Séneca Falls, podemos incluir también la Vindicación de los derechos de la mujer de Mary Wollstonecraft que, aunque no se trata de la re escritura en femenino de una ley pre existente, es una respuesta crítica al recién estrenado discurso moderno y su falta de reconocimiento de la posición social de las mujeres, por decirlo de otro modo, la falta de representación de las mujeres en el discurso socio-político de la modernidad.
La contra propuesta a este primer feminismo liberal y burgués viene de Sojournier Truth, y se trata también de una defensa de la representación de otro tipo de sujeto social: las mujeres negras. El gran eje argumental de Sojournier truth fue señalar cómo el discurso feminista que circulaba en ese momento dejaba de lado las problemáticas y las opresiones de las afrodescendientes. Fue esta una primera crítica a la generalización dentro del propio feminismo, precisamente porque no alcanzó a representar más que a un sector reducido de mujeres.
Las consecuentes manifestaciones feministas han pasado por señalar la falta de espacios en el ámbito académico, artístico, político, etc. Buscando posicionar a las mujeres como sujeto privilegiado de los discursos científicos y políticos, mencionando la relación de las sujetas con los demás.

Una investigación comunicológica feminista
El estudio de la comunicación desde el feminismo debe pasar por reconocer en primera instancia a su sujeto epistémico concreto, las mujeres, como productoras y receptoras de discursos, y plantearse  objetivos de investigación que impliquen reconocer los sesgos y orientaciones de género en la producción de discursos políticos, institucionales, culturales o científicos, develar el sexismo, el doble estándar, las sobregeneralizaciones y los estereotipos que refuercen y reproduzcan la desigualdad y la opresión de las mujeres.
Una investigación comunicológica desde el feminismo debe preparar el terreno para la utilización de un discurso renovado, crítico del androcentrismo que prima en la academia. El resultado sería la creación de mecanismos comunicativos para lograr una representación eficiente de las problemáticas de las mujeres, de sus circunstancias cotidianas y su legitimación en el lenguaje tanto a nivel de uso cotidiano, como en el nivel especializado. En concreto: poner en común nuestra igualdad.

Posicionamiento teórico
El principio fundacional sobre el cual se basa mi curiosidad académica es que el lenguaje y el pensamiento se construyen en un continuo. A partir de ello afirmo que cada ser humano tiene la capacidad de elaborar su propio imaginario del mundo y sus interacciones con él, así como de expresar su propia circunstancia existencial dependiendo de las herramientas lingüísticas que cada sujeto posea. En un segundo momento, la fidelidad de la comprensión del discurso y las posibilidades de interpretación por parte de las y los receptores dependerán también  de los recursos lingüísticos que se tengan disponibles. ¿Cómo se adquieren estos recursos para la elaboración y comprensión de discursos? Por medio de la experiencia.
Si tenemos un bagaje de experiencias que pasa por alto la representación de las mujeres o que, aún peor, subraye la diferencia entre los sexos como el criterio primordial que escinde y jerarquiza a la humanidad, no seremos capaces de denunciar las injusticias del sistema, como tampoco seremos capaces de imaginar otras realidades posibles.
Es necesario que el trabajo a realizar pase por la búsqueda de experiencias que conduzcan a hechos concretos de posibilidades distintas de interacción entre las mujeres y el mundo. Estas experiencias deben ser reconocidas de entre el conjunto de relaciones que vemos cotidianamente para poder ser nombradas e insertadas en discursos que otorguen cualidades positivas a lo que incumbe a las mujeres, es decir, a media humanidad.
En el universo del discurso debemos también tener un lugar autónomo. Siguiendo la premisa enunciada anteriormente, el lenguaje y el pensamiento deben construirse orientando al sujeto, a las sujetas hacia la libertad de ser como una se piensa, como una tiene la capacidad de enunciarse.
Encuentro cabida a una posición teórica de la igualdad en cuanto al derecho a la libre determinación del propio discurso, y la libre inserción de dicho discurso en el universo simbólico humano. Dicho de otro modo, creo en la libre capacidad de circular las construcciones discursivas de las mujeres en el quehacer comunicativo, es decir, en esa actividad cotidiana que nos permite reconocernos como seres humanos.

Los medios: un campo de estudio necesario para el feminismo
El mundo en la segunda década del siglo XXI está determinado, entre otras cosas, por nuestra capacidad de producir mensajes y ponerlos en común –ergo, comunicarnos- cada vez con más gente, cada vez más rápido, a través de cada vez más canales.
Tenemos, además de las vías naturales insertas en el cuerpo, canales artificiales de comunicación cada vez más complejos, la Internet ha supuesto una revolución en los mecanismos de comunicación humana, el intercambio de ideas, prácticas y discursos en la tan llevada y traída aldea global.
Pero en el contexto mexicano, Internet no es aún el instrumento de comunicación por excelencia, si tomamos en cuenta la proporción de personas que pueden costearse los medios para conectarse a la red en un país con casi 60 millones de pobres.
La información de actualidad llega a la mayoría de la población mexicana por medio de la televisión. El acontecer del mundo y su narrativa se distribuye todavía a través de ese conjunto de filtros culturales que supone la industria televisiva, con las particularidades legales e ideológicas que hacen de sus contenidos productos sesgados por intereses de una cantidad casi ridícula (por lo ínfima) de personas. La industria televisiva está compuesta por una cúpula de propietarios varones blancos. Justamente ese sujeto hegemónico del que se articula el patriarcado. No debe sorprendernos entonces que los contenidos de la televisión abierta produzcan discursos que refuerzan la opresión de las mujeres y se encargan de reproducir un sistema en el que la representación de lo femenino está constituido únicamente por el imaginario patriarcal sobre las mujeres.
La industria televisiva es en nuestro país un símbolo construido por todo aquello que el feminismo critica: las prácticas monopólicas capitalistas, la moral basada en principios religiosos, la hegemonía patriarcal, el discurso androcéntrico, la falta de representación de las mujeres y la falta de espacios para las minorías. Estos son los discursos que consume la mayoría de la población mexicana.
A falta de un análisis más profundo de los contenidos de la televisión abierta, podemos vislumbrar dos tipos evidentes de discurso. El primero que se distingue es el narrativo, en el que se encuentran las series, telenovelas, reality shows y actualidad de celebridades. El segundo es el noticioso, del que se desprenden los noticiarios, programas de debate, y análisis de acontecimientos deportivos. Es interesante señalar que en el discurso televisivo en cuestión, la actualidad deportiva se presenta como información noticiosa –incluso forma parte de la segunda mitad de los noticiarios- y la actualidad de las celebridades se presenta como contenido narrativo –se presenta dentro del bloque comprendido por las telenovelas-.
El discurso narrativo tiene una función lúdica, pero sobre todo tiene una función pedagógica. Es a través de este tipo de discurso que se transmiten las formas sociales básicas aceptadas como el amor romántico, la familia convencional, la religión católica, la heteronormatividad,  la jerarquía racial y el modelo económico neoliberal (entre muchas otras). Las telenovelas son la herramienta pseudoliteraria de presentar, difundir y legitimar modelos de feminidad acordes con la moral dominante, sus costumbres, rituales y construcciones axiológicas. La telenovela se superpone a la tradición literaria oral y dispone de herramientas discursivas como la presentación del cuerpo femenino como objeto y como vehículo de la legitimación de los varones; la música, el lenguaje visual, el guión, la ubicación espacio-temporal de los personales, siempre fabulesca, fiel al antiguo modelo narrativo de la princesa pasiva, pobre y buena que es salvada por el príncipe rico, guapo y valiente, en donde los personajes secundarios o antagónicos son otras mujeres malvadas, animales antropomorfizados o determinaciones sociales/familiares como la orfandad o la pobreza.
Dentro del discurso narrativo tenemos también a los programas de actualidad de las celebridades, en los que se da cuenta de la vida profesional y personal de quienes trabajan para la industria. Se reportan los aspectos que refieren a cómo se acercan o se alejan del modelo hegemónico de la moral dominante: si se casan, se divorcian, son infieles, se realizan cirugías estéticas, alcanzan el éxito o el fracaso, ganan mucho o poco dinero.
El discurso narrativo se encarga de presentar contenidos relacionados con lo que en el sistema sexo-género se denominaría como eminentemente femenino: lo doméstico, lo emocional, lo privado, lo familiar, lo reproductivo.
El discurso noticioso es el que presenta el espectro masculino en el esquema de lo sexo-genérico: lo público, lo político, lo activo, lo racional, lo productivo. Los noticiarios y su agenda son organizados, producidos y presentados por varones adultos, y el contenido de las noticias da cuenta de un mundo manejado y protagonizado por el mismo tipo de sujeto. Las mujeres son siempre una excepción en el discurso, eventualidades por defecto, anécdotas de la anomalía. El discurso noticioso también establece aquello que es relevante en el ámbito público, gestiona prioridades y protagonistas, se vale de la ciencia androcentrista y valida la retórica de la opresión entre las clases. Otorga notoriedad, prestigio y presencia a los grupos dominantes y sus intereses. La población obrera, indígena o no católica obtiene representación cero.
Lo deportivo ostenta un lugar privilegiado dentro de los contenidos televisivos. Se ubica dentro de la parcela de lo noticioso, otorgándole una posición de gran relevancia a una práctica cultural masculinizada de competencia física entre varones. Los espacios deportivos se encargan de informar sobre el funcionamiento de las reglas del juego, la numeralia y los protagonistas de la competencia. En el contexto mexicano, el futbol es el deporte más importante, y su práctica obtiene atención desde lo local hasta lo internacional. No sólo se transmiten los eventos deportivos per se, sino que también se dedica un espacio considerable al análisis de cada uno de los resultados, se especula sobre posibles resultados posibles, se destaca a los sujetos relevantes en su práctica y es narrada por varones blancos o mestizos empapados de cultura deportiva, es decir, seres con autoridad sobre el tema. Las mujeres únicamente aparecen, de nuevo, por excepción. Se habla de las deportistas como casos extraordinarios, y las mujeres que comentan el deporte deben cumplir con la norma de aparecer a cuadro con poca ropa o ser símiles feminizados del comentarista masculino tradicional. Nunca veremos casos de deporte entre personas mayores, comentaristas indígenas, deportistas mujeres en sectores marcadamente masculinizados como el automovilismo. El deporte que practican personas con discapacidad es otra excepción, posiblemente cubierta por la naciente industria que necesariamente comienza a sostener a esta modalidad del deporte, o como recurso de expiación de culpas.
El discurso noticioso es entonces, un recuento de la épica masculina.

Reflexiones finales
He intentado reflejar con este ensayo la necesidad de atención teórica a las formas simbólicas que circulan a través de los medios de comunicación desde una epistemología feminista, tomando como eje conceptual a la representación.
Mi objetivo a posteriori es el desarrollo de un análisis crítico de los discursos que refuerzan la opresión de las mujeres en el contexto mediático mexicano, específicamente en la televisión abierta.
El reto es, en este caso, el desarrollo de una metodología que, desde el cruce entre la comunicología y el feminismo, sea capaz de poner en el centro a las mujeres como sujeto epistémico, y que en la práctica posibilite su visibilización, la desnaturalización de su opresión y la historización de los mecanismos que la excluyen de su representación en el discurso humano.










miércoles, 29 de febrero de 2012

¿Votar por una mujer?


Este año toca votar para elegir Presidente de la República, Diputados, Senadores, algunas presidencias municipales, gubernaturas y Jefatura de Gobierno del Distrito Federal. Las del 2012 serán las elecciones más grandes en toda la historia de la democracia mexicana. Desde comienzos del año  sabemos quiénes serán quienes  competirán para la presidencia, aunque la ley electoral establezca que aún no se puede llamar “candidatos” a los aspirantes y esto provoque que hayamos arrancado las campañas con una anticipación extrema, abusiva del espacio de reflexión de las y los ciudadanos, del espacio público (material e inmaterial) y del uso de los recursos que financian todos los movimientos de los partidos políticos y del IFE.
Sabemos entonces que hay dos candidatos y una candidata. Josefina Vázquez Mota no es la primera mujer candidata a la presidencia, pero sí lo es en cuanto a los tres principales partidos políticos, ni el PRI, ni el PRD ni el PAN habían jamás tenido a una candidata contendiendo por “la grande”. Y comienza el discurso electorero. Es a penas marzo, y aunque los programas de gobierno todavía no salen a la luz (a excepción de AMLO, más o menos), ya sabemos que el PRI va a contestar a todas nuestras preguntas “gobernando” y que hay que votar por Josefina Vázquez porque es mujer, como tu madre, como tu hermana, como tú, en el último de los casos.
Votar por cualquiera de los candidatos en función de su género es quizá una decisión tan mala como la de votar en función de la apariencia física, y me refiero con esto a que el voto femenino (esa derecho que las mujeres ejercen siempre tan irreflexivamente) ha sido alentado por el PRI con base en que Enrique Peña Nieto es guapo, o tiene una vida personal de telenovela.
Suponer que el hecho de ser mujer es garantía de que la candidata sea una buena gobernante a la postre es fruto de un pensamiento esencialista y patriarcal que atribuye cualidades estereotipadas a la persona en función de su sexo. Y es fruto de la ignorancia suponer que los méritos se alcanzan por defecto, y con esto me refiero al argumento también sonado de que hay que votar por JVM porque nunca hemos tenido una presidenta – y “México ya está listo”-. Cincuenta y nueve años después de que las mujeres adquirimos el derecho de votar y ser votadas, ya estamos listos. Esta idea es cuando menos poco halagadora.
Pero no quiero prestarme a malas interpretaciones. No es que votar por una mujer sea una tontería. Es evidente que históricamente el Estado Mexicano tiene una deuda con sus mujeres. Votar a Josefina Vázquez Mota, como a cualquier otro candidato teniendo en mente que deseamos una mejora en la calidad de vida de la mitad de la población tendría su lógica y su sentido si su programa de gobierno tuviera que ver en algo con el combate al rezago de las mujeres en todo aquello  que es responsabilidad del Estado.
Esto significaría, por ejemplo, paridad en el Congreso de la Unión y en todos los órganos de gobierno, incluyendo al gabinete presidencial, las policías y los tribunales; impulso a las iniciativas legislativas en materia de Medios de Comunicación y contenidos en prensa, radio, televisión públicas  para identificar y prevenir la violencia discursiva que se ejerce en contra de las mujeres (discursos morales o ideológicos que atenten contra la libertad de las mujeres o estereotipos que perpetúen la cosificación y la desigualdad); diseñar, instaurar y dotar de recursos a organismos e instituciones que vigilen el cumplimiento de los derechos humanos de las mujeres, incluyendo los sexuales y reproductivos; transformar el sistema educativo de manera que se provea a niñas y mujeres el acceso a la educación gratuita y laica, comenzando por la alfabetización total, pasando por una educación básica integral, una educación media que incluya el tema de la ciudadanía, mecanismos o herramientas financieras para alcanzar la autonomía económica y educación socio-afectiva (en lugar de sólo educación sexual), y una educación superior accesible, que permita compatibilizar el estudio con el trabajo, la vida personal y familiar; una ley laboral que contemple mecanismos de garantía de igualdad en los salarios (a méritos iguales, igual acceso al salario y a trabajo igual salario igual) y que proporcione instancias de cuidado infantil y de dependientes (personas enfermas o mayores).
A cualquiera que llegue a la presidencia debe exigírsele justicia para las víctimas de los Feminicidios en Chihuahua, en el Estado de México y demás entidades federativas, reparación del daño para las familias de las mujeres asesinadas y seguridad para quienes luchan por el esclarecimiento de los crímenes, como activistas y periodistas. En general, medidas eficaces para garantizar a niñas y mujeres una vida libre de violencia, esto incluiría por supuesto la eliminación de las redes de trata de personas y el fin de la guerra contra el narcotráfico, o al menos una estrategia no belicista.
Debe abolirse en todas las entidades federativas la criminalización del aborto y hacer de éste un servicio de salud pública libre, gratuito y seguro. Reconocer la diversidad y especificidad de las mujeres y reparar el rezago histórico en materia de derechos humanos de las mujeres indígenas, las presas, las trabajadoras sexuales, las lesbianas y las que ejerzan cualquier opción de diversidad sexual.
Hay mucho  qué hacer por las mujeres, muchas cosas más de las enunciadas. Candidatos y candidata: esperamos sus propuestas.