Al observar el recorrido histórico del feminismo podemos
notar la evolución de las reivindicaciones de las mujeres, cómo estas se han
ido transformando y enriqueciendo conforme hemos sido capaces de incorporar la
problematización de la opresión de manera que se ha construido un discurso
teórico que es capaz de cruzarse con las distintas disciplinas académicas y
ramas del conocimiento sosteniendo como la gran constante su impronta política,
el principio de la voluntad de transformación del sistema opresor desde la
raíz.
La comunicación, por otra parte, es el campo
desde el cual yo me he formado. Otra rama del conocimiento que comúnmente es
presentada como ambigua, irrelevante y poco seria, se le asocia frecuentemente
con aquello que hay que saber para gestionar o aparecer en los medios, procesos
técnicos, herramientas de manejo del lenguaje o desarrollo de habilidades
sociales orientadas a los reflectores, las cámaras, el mundo audiovisual.
Pocas veces se repara en la razón de ser de
lo comunicológico. Es esta una disciplina ciertamente reciente. Las
universidades incorporaron a sus currículas la comunicología en la segunda
mitad del siglo XX, como resultado de la necesidad de estudiar las nuevas
maneras de circulación de formas simbólicas que trajo consigo la modernidad. La
comunicología nace ya como una tarea interdisciplinaria que extrae de las demás
el acento en la característica que define a los seres humanos: lo simbólico, la
capacidad humana de nombrar al mundo y darle a cada cosa significados diversos.
La comunicación es el fenómeno de la circulación e interpretación de los
mensajes, que tienen como materia prima a los signos, a partir de los cuales se
teje la infinita red de representación de aquello que somos, o aquello que
creemos que somos. La comunicación es el resultado de nuestras interpelaciones
al mundo.
Mi interés académico radica
precisamente en este punto de contacto entre el feminismo y fenómeno
comunicativo. En la razón de ser de los discursos que generamos y los que recibimos,
en cómo se articula la representación de nuestras relaciones sociales y en cómo
los mensajes y discursos llegan a ser herramientas de control, de legitimación
de hegemonías, o bien de revolución de las ideas.
La Representación
El concepto de representación puede definirse como hacer
presente algo, ideas o cosas con figuras, palabras o símbolos, se trata del
acto de sustituir algo o a alguien mediante un acto material o inmaterial.
Presentar una segunda vez algo, con medios distintos. La representación es, por
lo tanto, un proceso que descansa sobre la capacidad humana de metaforizar la
realidad, de elaborar alegorías.
La representación siempre es portadora de un
significado asociado que le es inherente. Al ser formulada por sujetos
sociales, no se trata de una simple reproducción sino de una complicada
construcción en la cual tiene un peso importante, además del propio objeto, el
carácter activo y creador de cada individuo, el grupo al que pertenece y las
constricciones y habilitaciones que lo rodean.
Podemos decir que en cierta forma, la
historia del feminismo es la historia de la representación de las mujeres. En
una primera instancia, se trató sencillamente de señalar aquello que generaba
un prejuicio sobre la inferioridad de las mujeres. El feminismo del siglo XIX
se ocupó de reunir un andamiaje argumental sacado del propio discurso
hegemónico que permitiera reformular la tradición y la costumbre, de manera que
se reconociera la igualdad de las mujeres al menos en aspectos marcados por la
tradición corriente como el alma, la moral o su importancia como generadoras de
una ciudadanía “de bien”, apelando a la maternidad como vehículo de aportación
a la sociedad, de justificación del merecimiento de la protección de las leyes.
Las leyes son el mejor ejemplo de aquello que
alcanza un nivel de legitimidad tan alto que es obligatorio. La ley es un
contrato en el que se expresa aquello que es prioridad para los pueblos, el
balance ético que prima en las relaciones sociales, una de las representaciones
más fieles de la hegemonía de las ideas.
Resulta muy interesante que los primeros
intentos de las mujeres de representarse como iguales hayan tomado como base el
discurso legal. Algunos ejemplos: la Declaración de los derechos de la mujer y
la ciudadana de Olympe de Gouges, la Declaración de Sentimientos de Séneca
Falls, podemos incluir también la Vindicación de los derechos de la mujer de
Mary Wollstonecraft que, aunque no se trata de la re escritura en femenino de
una ley pre existente, es una respuesta crítica al recién estrenado discurso
moderno y su falta de reconocimiento de la posición social de las mujeres, por
decirlo de otro modo, la falta de representación de las mujeres en el discurso
socio-político de la modernidad.
La contra propuesta a este primer feminismo
liberal y burgués viene de Sojournier Truth, y se trata también de una defensa
de la representación de otro tipo de sujeto social: las mujeres negras. El gran
eje argumental de Sojournier truth fue señalar cómo el discurso feminista que
circulaba en ese momento dejaba de lado las problemáticas y las opresiones de
las afrodescendientes. Fue esta una primera crítica a la generalización dentro
del propio feminismo, precisamente porque no alcanzó a representar más que a un
sector reducido de mujeres.
Las consecuentes manifestaciones feministas
han pasado por señalar la falta de espacios en el ámbito académico, artístico,
político, etc. Buscando posicionar a las mujeres como sujeto privilegiado de
los discursos científicos y políticos, mencionando la relación de las sujetas
con los demás.
Una investigación
comunicológica feminista
El estudio de la comunicación desde el feminismo debe
pasar por reconocer en primera instancia a su sujeto epistémico concreto, las
mujeres, como productoras y receptoras de discursos, y plantearse objetivos de investigación que impliquen
reconocer los sesgos y orientaciones de género en la producción de discursos
políticos, institucionales, culturales o científicos, develar el sexismo, el
doble estándar, las sobregeneralizaciones y los estereotipos que refuercen y
reproduzcan la desigualdad y la opresión de las mujeres.
Una investigación comunicológica desde el
feminismo debe preparar el terreno para la utilización de un discurso renovado,
crítico del androcentrismo que prima en la academia. El resultado sería la
creación de mecanismos comunicativos para lograr una representación eficiente
de las problemáticas de las mujeres, de sus circunstancias cotidianas y su
legitimación en el lenguaje tanto a nivel de uso cotidiano, como en el nivel
especializado. En concreto: poner en común nuestra igualdad.
Posicionamiento
teórico
El principio fundacional sobre el cual se basa mi
curiosidad académica es que el lenguaje y el pensamiento se construyen en un
continuo. A partir de ello afirmo que cada ser humano tiene la capacidad de
elaborar su propio imaginario del mundo y sus interacciones con él, así como de
expresar su propia circunstancia existencial dependiendo de las herramientas
lingüísticas que cada sujeto posea. En un segundo momento, la fidelidad de la
comprensión del discurso y las posibilidades de interpretación por parte de las
y los receptores dependerán también de
los recursos lingüísticos que se tengan disponibles. ¿Cómo se adquieren estos
recursos para la elaboración y comprensión de discursos? Por medio de la
experiencia.
Si tenemos un bagaje de experiencias que pasa
por alto la representación de las mujeres o que, aún peor, subraye la
diferencia entre los sexos como el criterio primordial que escinde y jerarquiza
a la humanidad, no seremos capaces de denunciar las injusticias del sistema,
como tampoco seremos capaces de imaginar otras realidades posibles.
Es necesario que el trabajo a realizar pase
por la búsqueda de experiencias que conduzcan a hechos concretos de posibilidades
distintas de interacción entre las mujeres y el mundo. Estas experiencias deben
ser reconocidas de entre el conjunto de relaciones que vemos cotidianamente
para poder ser nombradas e insertadas en discursos que otorguen cualidades
positivas a lo que incumbe a las mujeres, es decir, a media humanidad.
En el universo del discurso debemos también
tener un lugar autónomo. Siguiendo la premisa enunciada anteriormente, el
lenguaje y el pensamiento deben construirse orientando al sujeto, a las sujetas
hacia la libertad de ser como una se piensa, como una tiene la capacidad de
enunciarse.
Encuentro cabida a una posición teórica de la
igualdad en cuanto al derecho a la libre determinación del propio discurso, y
la libre inserción de dicho discurso en el universo simbólico humano. Dicho de
otro modo, creo en la libre capacidad de circular las construcciones discursivas
de las mujeres en el quehacer comunicativo, es decir, en esa actividad
cotidiana que nos permite reconocernos como seres humanos.
Los medios: un campo
de estudio necesario para el feminismo
El mundo en la segunda década del siglo XXI está
determinado, entre otras cosas, por nuestra capacidad de producir mensajes y
ponerlos en común –ergo, comunicarnos- cada vez con más gente, cada vez más
rápido, a través de cada vez más canales.
Tenemos, además de las vías naturales
insertas en el cuerpo, canales artificiales de comunicación cada vez más
complejos, la Internet ha supuesto una revolución en los mecanismos de
comunicación humana, el intercambio de ideas, prácticas y discursos en la tan
llevada y traída aldea global.
Pero en el contexto mexicano, Internet no es
aún el instrumento de comunicación por excelencia, si tomamos en cuenta la
proporción de personas que pueden costearse los medios para conectarse a la red
en un país con casi 60 millones de pobres.
La información de actualidad llega a la
mayoría de la población mexicana por medio de la televisión. El acontecer del
mundo y su narrativa se distribuye todavía a través de ese conjunto de filtros
culturales que supone la industria televisiva, con las particularidades legales
e ideológicas que hacen de sus contenidos productos sesgados por intereses de
una cantidad casi ridícula (por lo ínfima) de personas. La industria televisiva
está compuesta por una cúpula de propietarios varones blancos. Justamente ese
sujeto hegemónico del que se articula el patriarcado. No debe sorprendernos
entonces que los contenidos de la televisión abierta produzcan discursos que
refuerzan la opresión de las mujeres y se encargan de reproducir un sistema en
el que la representación de lo femenino está constituido únicamente por el
imaginario patriarcal sobre las mujeres.
La industria televisiva es en nuestro país un
símbolo construido por todo aquello que el feminismo critica: las prácticas
monopólicas capitalistas, la moral basada en principios religiosos, la
hegemonía patriarcal, el discurso androcéntrico, la falta de representación de
las mujeres y la falta de espacios para las minorías. Estos son los discursos
que consume la mayoría de la población mexicana.
A falta de un análisis más profundo de los
contenidos de la televisión abierta, podemos vislumbrar dos tipos evidentes de
discurso. El primero que se distingue es el narrativo, en el que se encuentran
las series, telenovelas, reality shows y actualidad de celebridades. El segundo
es el noticioso, del que se desprenden los noticiarios, programas de debate, y
análisis de acontecimientos deportivos. Es interesante señalar que en el
discurso televisivo en cuestión, la actualidad deportiva se presenta como
información noticiosa –incluso forma parte de la segunda mitad de los
noticiarios- y la actualidad de las celebridades se presenta como contenido
narrativo –se presenta dentro del bloque comprendido por las telenovelas-.
El discurso narrativo tiene una función
lúdica, pero sobre todo tiene una función pedagógica. Es a través de este tipo
de discurso que se transmiten las formas sociales básicas aceptadas como el
amor romántico, la familia convencional, la religión católica, la heteronormatividad,
la jerarquía racial y el modelo
económico neoliberal (entre muchas otras). Las telenovelas son la herramienta
pseudoliteraria de presentar, difundir y legitimar modelos de feminidad acordes
con la moral dominante, sus costumbres, rituales y construcciones axiológicas.
La telenovela se superpone a la tradición literaria oral y dispone de
herramientas discursivas como la presentación del cuerpo femenino como objeto y
como vehículo de la legitimación de los varones; la música, el lenguaje visual,
el guión, la ubicación espacio-temporal de los personales, siempre fabulesca,
fiel al antiguo modelo narrativo de la princesa pasiva, pobre y buena que es
salvada por el príncipe rico, guapo y valiente, en donde los personajes
secundarios o antagónicos son otras mujeres malvadas, animales
antropomorfizados o determinaciones sociales/familiares como la orfandad o la
pobreza.
Dentro del discurso narrativo tenemos también
a los programas de actualidad de las celebridades, en los que se da cuenta de
la vida profesional y personal de quienes trabajan para la industria. Se
reportan los aspectos que refieren a cómo se acercan o se alejan del modelo
hegemónico de la moral dominante: si se casan, se divorcian, son infieles, se
realizan cirugías estéticas, alcanzan el éxito o el fracaso, ganan mucho o poco
dinero.
El discurso narrativo se encarga de presentar
contenidos relacionados con lo que en el sistema sexo-género se denominaría
como eminentemente femenino: lo doméstico, lo emocional, lo privado, lo familiar,
lo reproductivo.
El discurso noticioso es el que presenta el
espectro masculino en el esquema de lo sexo-genérico: lo público, lo político,
lo activo, lo racional, lo productivo. Los noticiarios y su agenda son
organizados, producidos y presentados por varones adultos, y el contenido de
las noticias da cuenta de un mundo manejado y protagonizado por el mismo tipo
de sujeto. Las mujeres son siempre una excepción en el discurso, eventualidades
por defecto, anécdotas de la anomalía. El discurso noticioso también establece
aquello que es relevante en el ámbito público, gestiona prioridades y
protagonistas, se vale de la ciencia androcentrista y valida la retórica de la
opresión entre las clases. Otorga notoriedad, prestigio y presencia a los
grupos dominantes y sus intereses. La población obrera, indígena o no católica
obtiene representación cero.
Lo deportivo ostenta un lugar privilegiado
dentro de los contenidos televisivos. Se ubica dentro de la parcela de lo
noticioso, otorgándole una posición de gran relevancia a una práctica cultural
masculinizada de competencia física entre varones. Los espacios deportivos se
encargan de informar sobre el funcionamiento de las reglas del juego, la
numeralia y los protagonistas de la competencia. En el contexto mexicano, el
futbol es el deporte más importante, y su práctica obtiene atención desde lo
local hasta lo internacional. No sólo se transmiten los eventos deportivos per
se, sino que también se dedica un espacio considerable al análisis de cada uno
de los resultados, se especula sobre posibles resultados posibles, se destaca a
los sujetos relevantes en su práctica y es narrada por varones blancos o
mestizos empapados de cultura deportiva, es decir, seres con autoridad sobre el
tema. Las mujeres únicamente aparecen, de nuevo, por excepción. Se habla de las
deportistas como casos extraordinarios, y las mujeres que comentan el deporte
deben cumplir con la norma de aparecer a cuadro con poca ropa o ser símiles
feminizados del comentarista masculino tradicional. Nunca veremos casos de
deporte entre personas mayores, comentaristas indígenas, deportistas mujeres en
sectores marcadamente masculinizados como el automovilismo. El deporte que
practican personas con discapacidad es otra excepción, posiblemente cubierta
por la naciente industria que necesariamente comienza a sostener a esta
modalidad del deporte, o como recurso de expiación de culpas.
El discurso noticioso es entonces, un
recuento de la épica masculina.
Reflexiones finales
He intentado reflejar con este ensayo la necesidad de
atención teórica a las formas simbólicas que circulan a través de los medios de
comunicación desde una epistemología feminista, tomando como eje conceptual a
la representación.
Mi objetivo a posteriori es el desarrollo de
un análisis crítico de los discursos que refuerzan la opresión de las mujeres
en el contexto mediático mexicano, específicamente en la televisión abierta.
El reto es, en este caso, el desarrollo de
una metodología que, desde el cruce entre la comunicología y el feminismo, sea
capaz de poner en el centro a las mujeres como sujeto epistémico, y que en la
práctica posibilite su visibilización, la desnaturalización de su opresión y la
historización de los mecanismos que la excluyen de su representación en el
discurso humano.