Este año toca votar para elegir
Presidente de la República, Diputados, Senadores, algunas presidencias
municipales, gubernaturas y Jefatura de Gobierno del Distrito Federal. Las del
2012 serán las elecciones más grandes en toda la historia de la democracia
mexicana. Desde comienzos del año
sabemos quiénes serán quienes
competirán para la presidencia, aunque la ley electoral establezca que
aún no se puede llamar “candidatos” a los aspirantes y esto provoque que
hayamos arrancado las campañas con una anticipación extrema, abusiva del
espacio de reflexión de las y los ciudadanos, del espacio público (material e
inmaterial) y del uso de los recursos que financian todos los movimientos de
los partidos políticos y del IFE.
Sabemos entonces
que hay dos candidatos y una candidata. Josefina Vázquez Mota no es la primera
mujer candidata a la presidencia, pero sí lo es en cuanto a los tres
principales partidos políticos, ni el PRI, ni el PRD ni el PAN habían jamás
tenido a una candidata contendiendo por “la grande”. Y comienza el discurso
electorero. Es a penas marzo, y aunque los programas de gobierno todavía no
salen a la luz (a excepción de AMLO, más o menos), ya sabemos que el PRI va a
contestar a todas nuestras preguntas “gobernando” y que hay que votar por
Josefina Vázquez porque es mujer, como tu madre, como tu hermana, como tú, en
el último de los casos.
Votar por
cualquiera de los candidatos en función de su género es quizá una decisión tan
mala como la de votar en función de la apariencia física, y me refiero con esto
a que el voto femenino (esa derecho que las mujeres ejercen siempre tan
irreflexivamente) ha sido alentado por el PRI con base en que Enrique Peña
Nieto es guapo, o tiene una vida personal de telenovela.
Suponer que el
hecho de ser mujer es garantía de que la candidata sea una buena gobernante a
la postre es fruto de un pensamiento esencialista y patriarcal que atribuye
cualidades estereotipadas a la persona en función de su sexo. Y es fruto de la
ignorancia suponer que los méritos se alcanzan por defecto, y con esto me
refiero al argumento también sonado de que hay que votar por JVM porque nunca
hemos tenido una presidenta – y “México ya está listo”-. Cincuenta y nueve años
después de que las mujeres adquirimos el derecho de votar y ser votadas, ya
estamos listos. Esta idea es cuando menos poco halagadora.
Pero no quiero prestarme a
malas interpretaciones. No es que votar por una mujer sea una tontería. Es
evidente que históricamente el Estado Mexicano tiene una deuda con sus mujeres.
Votar a Josefina Vázquez Mota, como a cualquier otro candidato teniendo en
mente que deseamos una mejora en la calidad de vida de la mitad de la población
tendría su lógica y su sentido si su programa de gobierno tuviera que ver en
algo con el combate al rezago de las mujeres en todo aquello que es responsabilidad del Estado.
Esto significaría,
por ejemplo, paridad en el Congreso de la Unión y en todos los órganos de
gobierno, incluyendo al gabinete presidencial, las policías y los tribunales;
impulso a las iniciativas legislativas en materia de Medios de Comunicación y
contenidos en prensa, radio, televisión públicas para identificar y prevenir la violencia
discursiva que se ejerce en contra de las mujeres (discursos morales o
ideológicos que atenten contra la libertad de las mujeres o estereotipos que perpetúen
la cosificación y la desigualdad); diseñar, instaurar y dotar de recursos a
organismos e instituciones que vigilen el cumplimiento de los derechos humanos
de las mujeres, incluyendo los sexuales y reproductivos; transformar el sistema
educativo de manera que se provea a niñas y mujeres el acceso a la educación
gratuita y laica, comenzando por la alfabetización total, pasando por una
educación básica integral, una educación media que incluya el tema de la
ciudadanía, mecanismos o herramientas financieras para alcanzar la autonomía
económica y educación socio-afectiva (en lugar de sólo educación sexual), y una
educación superior accesible, que permita compatibilizar el estudio con el
trabajo, la vida personal y familiar; una ley laboral que contemple mecanismos
de garantía de igualdad en los salarios (a méritos iguales, igual acceso al
salario y a trabajo igual salario igual) y que proporcione instancias de
cuidado infantil y de dependientes (personas enfermas o mayores).
A cualquiera
que llegue a la presidencia debe exigírsele justicia para las víctimas de los Feminicidios
en Chihuahua, en el Estado de México y demás entidades federativas, reparación
del daño para las familias de las mujeres asesinadas y seguridad para quienes
luchan por el esclarecimiento de los crímenes, como activistas y periodistas.
En general, medidas eficaces para garantizar a niñas y mujeres una vida libre
de violencia, esto incluiría por supuesto la eliminación de las redes de trata
de personas y el fin de la guerra contra el narcotráfico, o al menos una estrategia
no belicista.
Debe abolirse
en todas las entidades federativas la criminalización del aborto y hacer de
éste un servicio de salud pública libre, gratuito y seguro. Reconocer la
diversidad y especificidad de las mujeres y reparar el rezago histórico en
materia de derechos humanos de las mujeres indígenas, las presas, las
trabajadoras sexuales, las lesbianas y las que ejerzan cualquier opción de
diversidad sexual.
Hay mucho qué hacer por las mujeres, muchas cosas más
de las enunciadas. Candidatos y candidata: esperamos sus propuestas.