Como ya todo el mundo lo sabe, renunció el papa. Como todo el mundo
ha notado, no hay periódico o espacio mediático que no hable del tema, y
lo que falta. Hoy al hacer mi recorrido rutinario por la prensa y las
redes me encontré con varios tuits y retuits de Alejandro Jodorowski
reivindicando el advenimiento de una papisa, incluso convocando al
público en general a realizar un performance psicomágico para que esto
se haga una realidad, seguido de muchas respuestas de mujeres apoyando
la propuesta.
Este es un nuevo ejemplo de igualdad malentendida que tiene como
consecuencia directa el desprestigio del feminismo. Creer que la
solución para la desigualdad entre mujeres y varones se arregla con
poner a la cabeza de las instituciones hegemónicas a una mujer es un
enorme error, casi tan ingenuo como creer que tener a una mujer en la
presidencia de un país es signo inequívoco de equidad o de democracia.
Lo deseable es que cada vez más mujeres ocupen puestos de toma de
decisiones, sí. Pero estaremos hablando de igualdad únicamente cuando
sea igual de seguro para una mujer que para un varón salir a la calle,
mostrar el cuerpo, decir lo que piensa y actuar como le dicte su
conciencia.
Si bien la crítica feminista y progresista hacia la iglesia católica
ha sido siempre que ésta en su estructura y su mitología otorga las
posiciones de poder, de prestigio y de toma de decisiones a varones –y
solo a un tipo específico de varón, y para muestra la profecía de que un
papa negro sería el fin del mundo- la reivindicación por la igualdad
en un sentido amplio está orientada a la legitimación y puesta en
práctica de otras formas de organización social y de reparto tanto de la
riqueza como del poder, una que reconozca y celebre la diferencia y la
pluralidad.
No es poco común encontramos ante la presencia de mujeres que
ostentan el poder reproduciendo prácticas patriarcales como la violencia
psicológica o económica contra empleados y empleadas o el desprestigio
de colegas mujeres por razones ajenas a lo laboral. Son incontables las
mujeres que desde altos cargos administrativos, sociales o políticos
contribuyen a continuar los estereotipos de género, ubicándose ellas
mismas como mujeres-mujeres, declarándose no feministas, o enarbolando
la bandera de la causa de la igualdad con soluciones como abrir más
guarderías para las madres trabajadoras, o dar subsidios a las mujeres
que encabezan una familia.
Por hablar de algo reciente, tenemos el caso de las monjas que
robaron bebés recién nacidos a cientos de mujeres en hospitales
españoles durante el franquismo, cuya estrategia fue decir a la madre
que su bebé había muerto. La mayoría de estas monjas salió impune.
La iglesia católica, esa institución que carga todo el peso de los
males de la humanidad sobre las mujeres, que defiende la vida desde la
procreación aun cuando la madre tenga menos de 15 años de edad, que
culpa a las mujeres maltratadas o asesinadas de su propia suerte, que
prohíbe el uso del condón, que defiende a capa y espada un único modelo
de familia –y por lo tanto un único modelo de amor- que instruye como
modelo para las mujeres a una adolescente que parió siendo virgen.
¿Sabemos de verdad lo que estamos diciendo al reclamar que una mujer
esté a la cabeza de una institución como esta?
* Artículo publicado en Píkara Magazine http://www.pikaramagazine.com/2013/02/reclamo-de-una-papisa/
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